Historia

Huellas de una trayectoria: LOM ediciones tres décadas (1990-2020)

Se daba inicio al año 1990 y con él se comenzaba un nuevo ciclo de la historia de Chile: la transición democrática luego de diecisiete largos años de dictadura civil-militar. Para la mayoría de los chilenos se abría la esperanza de una vida distinta no solo por la recuperación de las libertades civiles, lo que ya era significativo, sino también porque sería posible conocer la verdad y la justicia a las graves violaciones a los derechos humanos, referidos al arrebatamiento de la vida de muchos compatriotas, a la desaparición, la violación de la integridad física y psíquica. Esa esperanza de una vida distinta también albergaba la idea de que volveríamos a vivir sin miedo, que podríamos reconstruir las confianzas, que recuperaríamos la palabra y con ella la memoria cercana y lejana de nuestro quehacer social, de las luchas libradas para conquistar la paz y la democracia. Que volveríamos a recuperar una serie de derechos vulnerados, derechos ciudadanos vitalmente necesarios para rehacer el camino democrático: derechos sociales, políticos, económicos y culturales. Quienes lideraron el proceso de transición, acuñaron toda esa esperanza en la consigna “la alegría ya viene”, la que tomaba forma de promesa, que para una gran mayoría parecía que haría reconocimiento además de los dolores y a las luchas que el pueblo había librado por la conquista democrática…, alegría que unos cuantos veían con excepticismo. En este contexto surgió LOM ediciones.

Necesariamente tenemos que dar cuenta del contexto a la hora de hablar de los inicios de LOM, ya que ha de ser un importante elemento de motivación y propulsor de este proyecto. 

¿Y qué significa LOM? Lom es sol en lengua yámana. Los fundadores de la editorial señalan que tomaron esta palabra de una de las comunidades indígena -los yámanas o yaganes- que habitaron el extremo sur del continente, allí donde el sol es esquivo, como un gesto de recuperar y hacer visible las huellas del olvido, donde la promesa de la “modernidad” hizo caso omiso de esas culturas y esas vidas. Es así como, con ese Sol austral, pintaban el primer trazo de la travesía.

Pero bien sabemos que más de un editor-editora ha llegado a la profesión atraído por el olor a la tinta y la multiplicación mecánica del texto escrito, y los inicios de LOM ediciones tampoco estuvieron ajenos a dicho encanto. Imprimir–publicar, multiplicar las ideas fueron palabras atrayentes, mágicas y, por lo mismo, desafiantes, que se transformaron en pasión y opción de vida para los gestores de esta iniciativa, quienes, además, “leían” el nuevo ciclo a la luz de un ideario que ha recorrido la historia y ha estado muy presente en los tiempos de cambio hacia sociedades más democráticas, cual es el poder, la fuerza liberadora y alcance del texto escrito.

Nos referimos a la idea que de la imprenta tenían los criollos independentistas hacia inicios del siglo XIX, la cual estaba asociada al conocimiento y al progreso. Los “patriotas ilustrados” concebían la máquina de imprenta como el instrumento que sacaría del letargo a la razón, producto de la larga oscuridad de la Colonia, y contribuiría al perfeccionamiento del ser humano en cuanto instrumento para la educación y “regeneración de los pueblos”; una máquina que estaría al servicio de “la felicidad de los pueblos”, como nos lo cuenta Bernardo Subercaseaux en La historia del libro en Chile (LOM, 2010). Esta misma idea se mantuvo a través del tiempo y un siglo más tarde es el movimiento anarquista y socialista el que ve en la imprenta el motor para la difusión del ideario emancipador de los pueblos: la idea, la tinta y el papel serán los primeros instrumentos de su acción.

Es así como, habiendo comenzado a “transitar hacia una sociedad democrática”, durante el primer trimestre de 1990 nació LOM ediciones: una idea, un deseo, un proyecto, cuyo punto de partida no era ejeno a los acontecimientos que el país vivía, por lo que la idea estaba constituída de tres trazos y un soporte: la memoria, la historia y la creación cultural, que debían ser plasmadas en el papel impreso, es decir, en el libro.

Cinco jóvenes integraron el equipo: tres familiares y dos amigos; contaban con uno de los primeros modelos de Macintosh que habían aparecido en el mercado, y a través de un préstamo familiar se hicieron de una máquina de imprenta reacondicionada, una Multilith doble carta. Lom ponía así el primer paso en la producción de libros, revistas y otros impresos similares, servicio que ofrecía a terceros. Las tareas eran múltiples y el aprendizaje debía ser rápido. En la medida que lograron generar un flujo básico de trabajo relativamente constante, con los recursos obtenidos comenzaron a realizar las primeras producciones editoriales, lo que constituyó el segundo paso y el inicio de la caminata editorial.

Habiendo establecido los pilares y teniendo claridad del propósito: publicar como un compromiso con la palabra, la creación, la memoria, el pensamiento y la cultura, como un ejercicio democrático, se dieron a la tarea.

Si bien todos quienes laboraban en Lom tenían un vínculo con la palabra escrita a través de sus profesiones y su relación experiencial con los libros y la lectura, esa afinidad no pasaba más allá de la de normales usuarios de textos impresos, pero otra cosa era conocer el oficio de editar–imprimir–publicar, por lo que la trayectoria fue ardua e intensa, no excenta de dificultades.

Otros familiares que regresaban del exilio se incorporaron al equipo, el que poco a poco fue teniendo un importante crecimiento. La actividad exigía mayor profesionalización.

El aprendizaje lo hicieron a fuerza de aciertos y errores, porque había que aprender todas las etapas del oficio. Hicieron de diseñadores, diagramadores, cotizadores, administradores de cuentas, correctores de textos, encuadernadores, hasta llegar con sus libros a ofrecerlos directamente a las librerías. El camino fue un enorme descubrimiento de las etapas y materialidades que confluyen para hacer posible el todo, que es el libro. El trayecto no estuvo exento de anécdotas y experiencias de diversa índole, muchas de las cuales nutrieron y fortalecieron el impulso de este propósito que de a poco se iba transformando en un proyecto con fuerza propia.

Lom no solo estuvo atenta a la producción gráfica tradicional, sino que fue pionera en impresión digital en Chile, instalando una de las primeras máquinas para desarrollar la impresión bajo demanda y con ello posibilitar la producción de ediciones limitadas. Esto potenció la diversificación de las publicaciones para la editorial.

Al calor de la vorágine de la imprenta, y detrás de cada pliego impreso para un cliente, esperaba el libro que saldría con el sello de editorial LOM, libro leído, seleccionado y producido por el equipo, que asumía los costos de producción, la difusión, promoción y venta del libro en librerías. Fueron tres los primeros títulos que aparecieron bajo el sol de los yámanas hacia 1991, obras que demarcan dos líneas centrales del catálogo: Literatura y Ciencias sociales. A los pocos años se integraron otras líneas de publicaciones que vinieron a complementar la mirada y la lectura que LOM venía a realizar del Chile que se asomaba hacia el fin del milenio, como la Fotográfica, Educación e Infantil-Juvenil, al mismo tiempo que se comenzaba a distinguir con mucha nitidez dentro del área de Literatura, la colección Clásicos de la novela social chilena y la colección de Poesía, una de las más grandes y significativas en el escenario local; así como la colección de Historia en el área de las Ciencias Sociales.

Si bien en un primer periodo la imprenta fue la posibilitadora y sustento base de la editorial, a los pocos años de haber cruzado el primer lustro, esta comenzó a ser autosustentable, siendo un cliente más de la imprenta y representando alrededor de una décima parte de su producción total. Antes de cumplir la década, editorial LOM ya publicaba un promedio de ochenta títulos por año, conformando un catálogo de autores chilenos, latinoamericanos y de otras latitudes, intelectuales y creadores reconocidos, así como otros que recién hacían su aparición en el panorama cultural chileno, todos aportando con textos que desde variadas disciplinas contribuían a la reflexión y debate de un Chile y un continente que vivía importantes cambios.

Tempranamente Lom comenzó a realizar una apuesta por la traducción, es decir, a seleccionar y traducir al castellano obras clásicas y creaciones recientes producidas en otras lenguas. A la fecha son más de docientos títulos en literatura y ciencias humanas, traducidos de dieciocho lenguas.

En el plano asociativo, hacia 1999 LOM conoce a tres editoriales con trayectorias y miradas de mundo similares, quienes compartieron experiencias y proyectaron acciones conjuntas. Se activó así la primera red de editores independientes, “la cuadrilla”, compuesta por Ediciones Era de México, Trilce de Uruguay, Txalaparta del País Vasco (España) y Lom de Chile, tres historias que se hermanaron y emprendieron una serie de iniciativas y proyectos con el fin de enfrentar la concentración editorial, las lógicas y dinámicas que imponían al mundo del libro las transnacionales de la edición. Sus objetivos fueron extender la presencia de los libros a distintas zonas de la lengua a través de ediciones locales de un título, nutrir la diversidad editorial y la difusión de los autores y sus obras, desarrollar un intercambio solidario y mancomunado para contratar derechos, realizar traducciones y alentar la organización de los editores independientes. A partir de esa red, surge el movimiento de la Edición Independiente, y luego la Alianza Internacional de Editores Independientes.

Han transcurrido treinta años desde aquellos inicios, hoy Lom ediciones es reconocida en el concierto nacional y latinoamericano, con una línea editorial clara y consistente en el tiempo. Durante estas tres décadas, esta casa editorial ha buscado contribuir a reponer el libro en el centro de nuestro que hacer cultural, intencionando con ello procesos educativos, potenciando sujetos curiosos, con una mirada crítica del mundo les permita transformarse y transformar sus prácticas, así como las de la realidad que nos toca vivir, sujetos capaces de ser creadores y actores de su sociedad.  Así es como LOM se ha propuesto hacer del libro un objeto interpelador y transformador.

Con un comité editorial compuesto por intelectuales comprometidos con el quehacer social y cultural, y a través de la producción intelectual y creativa de sus autores, LOM ha sabido leer ese otro Chile que durante estos treinta años ha transitado a contracorriente, pero con paso persistente hacia la búsqueda de una sociedad más justa y digna.

Podemos decir que durante las dos últimas décadas se ha destacado en LOM, de manera particular, la consolidación del área de las Ciencias sociales y humanas, la política de traducciones en esta misma disciplina, como en literatura y literatura infantil juvenil. Así también la riqueza y diversidad de las colecciones de narrativa y poesía, como la alta calidad lograda en la selección, producción e impresión de la colección de fotografía, lo que ha sido reconocido por especialistas en el tema, relevando la atención y cuidado particular, propias del buen oficio, la que sin duda ha sido posible gracias al tiempo y dedicación allí puestos, como la “educación del ojo” respecto de la impresión fotográfica en particular.

Prontos a celebrar esta treintena de años, LOM se prepara para seguir acompañando los procesos de participación y mayor democratización de nuestra sociedad, reafirmando la convicción y el ideario de que el texto impreso, el libro, puede ser un instrumento efectivo no solo para recrear nuestros imaginarios, sino para imaginar, crear y recrear una comunidad que garantice nuestra convivencia basada en la diversidad, la justicia social, la reflexión y el diálogo con el prójimo y el medio que le rodea.

J. Araya.